LAS UNIDADES ANTIGUAS

Marcías Martínez.

 

El conocimiento del castellano antiguo cobra mayor vigencia cuando tratamos de interpretar el valor de las cifras.

         Desde los buscadores de tesoros hasta los investigadores de la historia tienen que escudriñar el significado de las palabras para conocer su equivalencia, de tal manera que pueda conocerse el sentido exacto de cada frase.

         No menos importante es la traducción de las cifras, especialmente cuando se refiere a documentos que debían surtir validez en querellas tribunalicias.

         El pie, por ejemplo, como medida de longitud, es igual a 30,48 cm, si se trata de la unidad inglesa; ya que el pie castellano es ligeramente menor (27,8635 cm).

         Una de las medidas de longitud más usadas fue la vara castellana, equivalente a 3 pies o 4 palmos de 12 pulgadas cada uno, y con una longitud de 83,59 cm.

         En esta materia, es conveniente verificar con cuidado la procedencia de la información, puesto que la vara aragonesa, por ejemplo, tenía solo 77,2 cm; mientras que, en Sur América, la vara más comúnmente utilizada medía 86,6 cm.

         La cuadra, para nosotros, era una unidad de cien varas (86,6 m); no obstante, en Bolivia, Argentina y Chile se emplea una cuadra de 150 varas (129,9 m).

        Hace ya muchos años existía el estadal, equivalente a cuatro varas castellanas (3,34 m), y la braza, igual a dos varas y generalmente utilizada en la marina.

         Las propiedades agrarias se medían hasta donde alcanzara la vista, por lo tanto, se preferían medidas muy grandes, como la legua.

         Una legua equivale a 20.000 pies; pero dado que se trata del pie de Castilla, cuya longitud es de 27,86 cm, su equivalente en metros es de 5.572,7. La legua marina es aproximadamente igual a tres millas.

         Una milla marina sigue teniendo el mismo valor: 1.852 m, solo que ahora se le conoce mejor como milla náutica.

         La libra de Castilla equivale a 460 gramos, en lugar de los 454 gramos de la libra inglesa que usamos ahora.

         En Castilla, dividían la libra en 16 onzas; sin embargo, aun dentro de España, las unidades cambiaban en cada provincia: en Aragón, Cataluña y Valencia la libra tenía 12 onzas y en Galicia, 20.       

         Al final fue necesario uniformar las medidas, pero las dificultades siguen vigentes. El problema de fondo no es que las dificultades no aparezcan por el tipo de unidades que se utilicen, sino por las actuaciones de los seres humanos. Cuando el Rey iba a comprar se llevaba a un tipo con el pie bien grande y, cuando iba a vender, utilizaba a otro con el pie pequeño

         Entre nosotros, adquirieron más vigencia las unidades de volumen de procedencia española, muchas de las cuales se siguen empleando. Cuando viajo en el recuerdo hacia el viejo Maracaibo, todavía recuerdo que, los vendedores de tela, utilizaban la yarda, en lugar del metro y, tenían en la longitud de los brazos, la cinta métrica más al alcance de la mano: desde la mano izquierda hasta el hombro derecho y, moviendo los brazos decían; uno, dos, tres… Aquí están las tres yardas para su vestido. 

         Para los granos se utilizaba el “almud”. Era frecuente comprar, por ejemplo, un almud de maíz. Para medirlo, se construía un pote más grande que el de a litro. Su valor exacto era de 1,76 litros. El uso de esta unidad fue común entre nosotros, especialmente cuando hacíamos la compra en el mercado.

         El almud era equivalente a la dieciseisava parte del robo y este igual a 28,13 litros.

         Una fanega equivalía a 12 celemines o 55,5 litros, una medida que muy poca gente recuerda. En consecuencia, un celemín era igual a 4,625 litros. Este valor se aproxima mucho a la unidad de uso actual: el galón imperial, cuyo valor es de 4,546 litros.

         El celemín era muy poco empleado entre nosotros; no así la arroba, que todavía se utiliza en la compra-venta de carne y ganado.

         Una arroba castellana tenía 25 libras (11,502 kg) y la aragonesa, 36 libras (12,5 kg).  Así los muchachos, que nacieron en el mundo cibernéticos, tienen la oportunidad de saber que la @ no nació con la invención de la computadora sino con las labores agrícolas de los seres humanos.  Y todavía los ganaderos utilizan estas medidas y se refieren, por ejemplo, a un toro de 40 arrobas.

         Por la influencia castellana producto de nuestro descubrimiento, se usaron las unidades de Castilla, mucho más que las de Aragón o de cualquier otra provincia española.

         Un quintal tenía 100 libras (46,0 kg), o sea, cuatro arrobas.

         Dado que la principal fuente de riqueza era la agricultura, se relacionó mucho la vida del campo con las unidades de medición.

         Un almud de tierra representaba la porción de tierra donde se podía sembrar media fanega de granos (27,75 Litros).

         Se llamaba fanegada el espacio de tierra que se sembraba con una fanega de trigo (553 litros). En Castilla se trataba de 64,596 áreas o 576 estadales cuadrados. Asimismo, por almudada se conocía el espacio de tierra que se plantaba con un almud de granos.

         De todas estas la que más se utilizó entre nosotros fue el almud. Yo tuve la oportunidad de comprar en el mercado un almud de maíz, lo servían con un pote un poco más grande que el de a litro.

         Aparte de la diferencia entre el peso equivalente de una libra, de acuerdo con la procedencia: la inglesa (454 gramos), la castellana (460 gramos) y la aragonesa (347,2 gramos), resultó interesante conocer las características físicas de los pueblos a través de las medidas. Los ingleses, por ejemplo, tenían los pies más grandes que los españoles de Castilla (30,48 cm contra 27,86 cm) y lógicamente lo eran también sus dedos, por el tamaño de la pulgada.

         Del tamaño de los pasos y de los palmos de la mano sacaron la vara y, por cuanto, en cada paso se avanzan tres pies, un hombre de Castilla tenía que dar 6.666,0 pasos para recorrer una legua.

         El análisis de estas cifras también nos refleja las costumbres de la época y nos permite aprender cómo comenzaron las unidades de medición, apoyadas principalmente en las dimensiones del cuerpo humano y como un reflejo de las labores propias de la agricultura, la principal fuente de trabajo de la época.

         En nuestro caso, por cuanto tuvimos la oportunidad de vivir en un país eminentemente petrolero, las unidades inglesas, como el pié, la pulgada, la milla y el barril, por ejemplo, siguen teniendo plena vigencia en las universidades del País, y – en el lenguaje cotidiano la gene sigue refiriéndose – por ejemplo - a un tubo de media pulgada.

 

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