LAS AYUDAS AUDIOVISUALES.

Marcías J. Martínez.

 

Alguna vez, mientras dictaba cursos para el CIED, le oí decir a Julio Aular. “En el dictado del curso, lo más importante es el profesor”.  Si el instructor es bueno, la transferencia del conocimiento está garantizada. No obstante, hay otros parámetros que indudablemente ayudan a mejorar la evaluación que realizan los participantes: la presencia del profesor,  el tono de la voz, la organización en la secuencia de las presentaciones y las ayudas audiovisuales, de las cuales es mucho lo que podemos aprender.

Cuando se iniciaron las actividades académicas  – sobre todo en el nivel universitario – lo más importante era la tiza, el borrador  y el pizarrón.  El catedrático llegaba al salón de clases y el bedel o el semanero le entregaban la tiza y el borrador para que iniciara la presentación.

Al comenzar,  se tomaba en cuenta la organización que el profesor tuviera para ir avanzando durante el dictado de las clases, por lo general, se disponía de una carpeta donde se iban anotando los temas de la materia respectiva y la secuencia en la cual se iban a discutir los puntos de cada sección.

Luego aparecieron los acetatos donde estaban grabados los aspectos más importantes,  tales como las tablas, los equipos  y plantas y cuanta cosa contribuyera a mejorar la trasmisión del conocimiento.

¡Ah!, pero cómo pesaban esas láminas y las dificultades que uno debería enfrentar para pagar el exceso de equipaje. Algunas veces se necesitaban varias mesas para ir disponiéndolas en la secuencia correspondiente,  de tal manera que no se perdiera mucho tiempo entre una y otra explicación.

Luego aparecieron las diapositivas, y se experimentó un alivio extraordinario, porque uno transportaba en varias carpetas las proyecciones  para cada día y, antes de comenzar la clase, tenía organizadas las presentaciones.

Cuando aparecieron las computadoras,  se alivió  mucho el trabajo, pero había que disponer de una máquina en cada curso y tener cuidado con borrar la información para que no se robaran el esfuerzo de varios meses o años de trabajo. 

Y seguidamente,  aparecieron las portátiles.

Con ese aporte los profesores experimentamos una satisfacción muy grande, porque podíamos llevar todos los cursos debidamente organizados y,  al  terminar, cerrábamos la máquina para evitar el robo de la información.  Siempre había que tener cuidado con los que operaban las computadoras,   porque eran los primeros para hacerse del material académico, cuya elaboración había costado mucho tiempo  y dinero; y se las pasaban a otras personas que cobraran menos por el curso.

Ese fue el mundo que yo tuve la oportunidad de experimentar el aprendizaje que sigue refrescando el recuerdo, cada vez que aparece una oportunidad.

La pandemia, cambió completamente el procedimiento, los ingenieros debieron quedarse en las casa y aprendieron a trabajar a distancia, con lo cual,  la empresa podía mantener la actividad, la persona seguía con la empresa  y  - simultáneamente – cuidaba la familia, porque trabajaba en su casa.  De momento han cambiado los procedimientos que estaban vigentes, debemos aprender a ejercer la profesión apoyados en la nueva tecnología  y aspirar a que, al subir los precios del petróleo, las empresas  vuelvan a poner en vigencia el entrenamiento del personal.

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