La Inspección de los Postgrados
Marcías J. Martínez.
Todavía llegan a mi oficina estudiantes que solicitan asesoría para hacer la tesis de grado. En mi condición de profesor, es difícil negarse a colaborar, a pesar de que el tiempo escasea. Entonces, uno tiene la oportunidad de analizar otra faceta desconocida y, al mismo tiempo, los trabajos de investigación me van diciendo cómo marchan estas instituciones en el país. Por ello parece necesario advertir sobre el significado de un posgrado y la reglamentación a la cual se debe someter.
La impresión que se tiene de estos estudios es que son actividades académicas hechas por personas que, necesariamente, deben haber concluido el pregrado. Si bien esto es cierto, lo único que uno puede garantizar es que es obligante obtener un título académico antes de iniciar estudios en el cuarto nivel; la aceptación, como estudiante regular, de alguien que no haya completado el pregrado se presta a que, por vía de excepción, cientos de personas se gradúen haciendo galas de un facilismo que no promueve la búsqueda de la excelencia. Ahora bien, está muy lejos de llamarse posgrado eso que está ocurriendo en algunas universidades, sin la fundamentación necesaria para que se cumplan los objetivos que caracterizan este sector de la educación.
Existe una normativa para evaluar el funcionamiento de los posgrados que el Consejo Nacional de Universidades (CNU) debería hacer respetar con especial rigidez. En este estrato, los instructores deben haber completado cursos del cuarto nivel. Aunque no necesariamente todos ellos tienen que haber concluido el doctorado, es conveniente que un porcentaje significativo del plantel académico lo haya hecho. Cuando los académicos de una determinada casa de estudios son egresados de la misma universidad y no tienen experiencia de otras instituciones de reconocido prestigio, el procedimiento se puede viciar con relativa facilidad, porque el conocimiento que se imparte se va degradando con el tiempo.
La manera de evaluar la capacidad de una de estas organizaciones es mediante la calidad de su plantel docente, la inspección, la investigación y las publicaciones. La investigación es la acción obligante para garantizar la renovación del conocimiento. Un posgrado que no se soporte en la calidad de sus investigadores no es más que una estadía por más tiempo en el pregrado. El graduado puede llegar a poseer el título, pero no la capacidad y la seguridad para resolver los problemas del nivel científico o tecnológico. Cuando al verificar los currículos de los docentes, no aparecen por ninguna parte los resultados de las investigaciones que el individuo debe haber hecho, la descalificación salta a la vista.
¿Cómo se sabe si un profesor investiga y se renueva profesionalmente? ¡Por las publicaciones que realiza en revistas de reconocido prestigio!
Para que un trabajo sea publicado en uno de estos órganos de divulgación, es necesario que un grupo de personalidades de talla internacional lo apruebe con anterioridad. Si el trabajo es aceptado, ya se puede decir que tiene méritos suficientes.
Al aparecer la publicación, el mundo científico, que celosamente verifica todo cuanto se edita, es el jurado más agresivo al cual se somete el investigador. No es extraño que aparezcan cartas de las más diversas procedencias y nacionalidades, criticando el artículo. Por eso, cuando alguien presenta en su currículo unas cuantas publicaciones, ya cuenta con el respeto necesario para ser profesor de un posgrado. En nuestros días la comunicación ha avanzado tanto que uno puede escribirles a muchos otros científicos del mundo y enviar la carta a través del computador instalado en la habitación u oficina.
El aprendizaje de un idioma diferente de la lengua materna pasa a ser otra exigencia de los estudios del cuarto nivel, para permitirles a los investigadores que puedan relacionarse con pueblos y culturas diferentes de la propia.
Hablemos ahora de la inspección de los posgrados. Sinceramente creo que hasta ahora el CNU (Consejo Nacional de Universidades) no se ha concienciado de esta obligación. Para garantizar la calidad de los estudios que se imparten en las universidades debería utilizarse el concurso de las personalidades de mayor prestigio del país y también fuera de él. Por eso le agradezco tanto al doctor John Mc Ketta, Decano de la Universidad de Texas en Austin, el haber aceptado, frente a la UNESCO, la obligación de inspeccionar el posgrado en ingeniería de gas, cuando apenas comenzábamos en la Facultad de Ingeniería de la Universidad del Zulia, en el año 1.972. La sola presencia de tan notable educador facilitaba que muchos otros hombres de reconocido prestigio internacional aceptaran viajar a Maracaibo para dictarles cursos a los estudiantes que deseaban profundizar en esa materia.
Es lógico pensar que si la inspección es imparcial, los participantes serán aceptados para continuar el doctorado en otras universidades del exterior. De esta manera, nuestras instituciones se prestigian y los egresados regresan para continuar promoviendo el desarrollo.