LA FORMACIÓN DEL ESPECIALISTA.

Marcías J. Martínez.

Esta vez trataré de llevar hasta Uds. una serie de comentarios presentados por panelistas de muy reconocido prestigio, invitados por la Sociedad Venezolana de Ingenieros de Petróleo, durante unas últimas jornadas celebradas en Puerto La Cruz.

Nos referiremos a la formación del especialista: esa persona que ha dedicado su vida a organizar las ideas alrededor de un determinado campo y para quien los días y las noches transcurren hilando una y otra observación hasta aclarar la idea que lo ha estado torturando.

Decía Michael Pratts: "La rotación del ingeniero no desarrolla al experto."

Comparto esta apreciación.  Ha sido una costumbre ancestral en la industria hacer que los ingenieros hagan pasantías por los diversos puestos, para irse empapando de la multitud de parámetros que entran en juego en una decisión. En efecto, cuando el profesional pasa unos cuantos años conociendo la empresa, la llega a palpar en toda su amplitud.  Nada malo hay en conservar ese entrenamiento para garantizar la toma de decisiones, promover el cumplimiento de las responsabilidades en cada uno de los cargos e informar a toda la organización sobre quién decide en cada caso específico.

Adicionalmente, es bien sabido que el ingeniero que producen las universidades llega envuelto en un mundo difuso de  fórmulas y conceptos  que no sabe utilizar de manera apropiada. Para utilizar el conocimiento es necesario  dejar que esa información se serene, para poder extraer los elementos aplicables en cada oportunidad. La industria petrolera, consciente de esta característica de los egresados universitarios, se organiza  para que sus profesionales decidan con seguridad. Es por eso que los norteamericanos suelen recordarles a los graduandos que ese acto es sólo el comienzo...

Al cumplirse la primera etapa del entrenamiento, entra en juego la apreciación de Michael Pratts.  Cuando el ingeniero tiene la tendencia a perfeccionarse en un campo específico del conocimiento, la rotación no favorece la formación del experto.  En ese caso, es mucho mejor mantener al individuo siempre en contacto con el campo en el cual se quiere desarrollar y dejarlo que escudriñe con serenidad todos los parámetros que intervienen en una acción tecnológica.

Sucede muchas veces que alguien, atraído por la necesidad de competir, se decide a completar un postgrado y, al terminar, es enviado al ejercicio de cargos completamente apartados de lo que estuvo estudiando. Cuando eso sucede, el tiempo y el esfuerzo puestos de manifiesto dejan residuos que alguna vez mejoran la decisión,  pero no tienen la garantía que ofrece el experto al emitir sus opiniones. Sería mucho mejor que, al seleccionar profesionales para la completación de cursos de postgrado, se les garantizara que, a su regreso, podrán dedicarse exclusivamente al perfeccionamiento de esa materia que han escudriñado en el nivel superior. 

Entra entonces en juego la satisfacción de las necesidades, tanto en lo material como en lo espiritual.  Quien no sienta placer al ejercer su profesión, no será un buen profesional. Es por ello conveniente recordar que todo acto que se desarrolla eficientemente genera placer. No puede ser exitoso aquel que no promueve la consecución de la excelencia.

Aparece entonces una contradicción en el nivel nacional. A pesar del impacto que - en esta línea - ha producido la devaluación de la moneda, en Venezuela, lo cual indudablemente ha favorecido la utilización de la capacidad tecnológica propia, todavía se sigue marginando a los mejores hombres del país.  Me resulta desagradable la tendencia de los nuestros a regatearles las oportunidades a los venezolanos, mientras se abren prodigiosamente las manos y las arcas para pagarles cinco o diez veces más a los que vienen de afuera. A pesar de que - en muchas ocasiones - los invitados ni hablan el idioma, ni tienen el deseo profundo de ceder su experiencia al auditorio. Se excluyen de la apreciación excepciones bien conocidas.

Cada día la información tecnológica nos cuesta más dólares y cada dólar representa muchos más bolívares.  Esto no quiere decir que nos debamos encerrar en un micromundo nacional que impida la competencia con el mundo exterior, porque el conocimiento es universal y, como tal, cualquier profesional debe competir en igualdad de condiciones, más no con las desventajas que tratamos de imponerle.

Sirva este artículo como una invitación a fomentar la formación de especialistas en cada uno de nuestros respectivos países, dedicándonos con esmero a los aspectos que requerimos para soportar las decisiones, e intentar que - en la medida en que sea visible la calidad y la seguridad en nuestros expertos - también lo sea el reconocimiento.  Es así como podemos hablar de independencia tecnológica.   Lo contrario habla de dependencia... cada vez más profunda.

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